La prostitución implica la violación sistemática de nuestros derechos como
humanas y es la forma más cruda de legitimación de la violencia. Tiene un efecto negativo sobre todo el colectivo de mujeres, ya que refuerza la idea patriarcal de que todas tenemos que estar al servicio sexual de los varones. Reglamentar la prostitución no favorece a las mujeres: no nos protege de la violencia sexual, ni promueve una mejora en las expectativas de salir de la situación de prostitución. Es un regalo para los proxenetas, que se enriquecen con la explotación de mujeres, niñas y niños e incentiva a los varones a “comprar” estos cuerpos en un entorno social más permisible y de mayor aceptabilidad.
Existen policías, jueces y funcionarios que sostienen la prostitución pero también tu compañero de militancia o de trabajo, tu hermano, tu marido, tu novio, pueden ser cómplices, puesto que sin “clientes” no habría prostitución ni trata de personas para la explotación sexual
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Existen policías, jueces y funcionarios que sostienen la prostitución pero también tu compañero de militancia o de trabajo, tu hermano, tu marido, tu novio, pueden ser cómplices, puesto que sin “clientes” no habría prostitución ni trata de personas para la explotación sexual

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